La represión del 26

3. “Con la finalidad de dar muerte a los manifestantes”6

[La provocación. Los inicios de la represión]  [La cacería; Por Pavón]  [Por Mitre]  [Listado de Heridos con balas de plomo]  [La comisaría, el hospital, el local partidario]  [Plano 2]

 

 

Primero montaron una provocación. Después la represión se extendió por un radio de más de 20 cuadras del Puente Pueyrredón y dejó al menos 33 compañeros heridos con postas de plomo. El número de muertos pudo haber ascendido a quince, si tenemos en cuenta los manifestantes que recibieron impactos en zonas vitales como el pecho o la cabeza. Además de los piqueteros, fueron heridos una asambleísta de Capital, una médica, un empleado ferroviario y un funcionario de la Municipalidad de Avellaneda. Hacia el sur, la cacería llegó hasta la estación de Gerli, en la frontera entre Avellaneda y Lanús, a una distancia de dos kilómetros del Puente. Hacia el este, abarcó once cuadras por la avenida Mitre y su calles paralelas. Una hora después de despejado el Puente y a más de 15 cuadras del lugar, todavía los policías seguían disparándonos con munición de guerra.

   

A las 11.45 nuestra columna ocupó la bajada del Puente Pueyrredón y el tránsito ya no pudo avanzar. De a poco fuimos ocupando todo el ancho de la calle. La avenida Pavón quedó quieta. Los colectivos y camiones que venían por el Puente se estancaron. Algunos intentaron moverse, pero el embotellamiento lo impidió.

Desde las 11.55 a las 11.59 el acceso permaneció cortado en un clima de tensión. La cámara de video del helicóptero de la Federal seguramente nos mostraba rodeados por una medialuna de tropas.

Abajo éramos unas tres mil quinientas personas, pertenecientes a tres de las cuatro organizaciones piqueteras que participamos en el corte: la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) y Barrios de Pie. Un último contingente del Bloque Piquetero estaba rezagado y se acercaba al lugar por la avenida Mitre.

Nuestra idea inicial había sido llegar al Puente todos juntos, para contraponer la masividad de la marcha a la amenaza de represión. Dos días antes, sin embargo, el Bloque Piquetero cambió de planes y decidió concentrarse en Plaza Alsina. Por eso ese día, en lugar de una movilización única, hubo dos columnas llegando al Puente por lugares distintos.

Mientras la segunda columna se acercaba por Mitre, el comisario Fanchiotti mantuvo un línea de Infantería cruzada a lo ancho la avenida Mitre, a 20 metros del puente cortado. Unos pocos policías, no más de diez, permanecieron así en el medio de los dos grupos de manifestantes.

No hizo falta nada más: mientras Fanchiotti sostenía ese reducido grupo de infantes, la primera línea de compañeros de la Verón avanzó hacia los policías hasta quedar a un metro de distancia. Los del Bloque, mientras tanto, ya estaban prácticamente encima.

¿Por qué nuestros compañeros se acercaron tanto al cordón policial?

 

La provocación. El corte del puente y los inicios de la represión

En los balances de cada MTD surgieron distintas explicaciones. Algunos cumpas plantearon que, al ver llegar a la columna del Bloque, se aproximaron para recibirlos quedando cara a cara con la Infantería. Otros compañeros, en cambio, sostuvieron que como era seguro que habría represión, era conveniente acercarse para acortar la distancia con los policías y obstaculizarles así la línea de tiro. Un tercer razonamiento planteó que ante la superioridad numérica respecto a los pocos policías, y si lográbamos mostrarnos firmes, el cordón de Infantería iba a correrse. En todos los casos, las hipótesis de conflicto se basaban en la idea de que si había represión, ésta se limitaría a los gases lacrimógenos y las balas de goma.

Cuando policías y desocupados estuvieron tan cerca como para olerse el aliento, una compañera bajita que avanzaba con la columna del Bloque, agarró de la manga a quien se mostraba ostensiblemente como jefe del Grupo de Infantería y lo zamarreó. Era el comisario Fanchiotti. Los efectivos de Infantería, sin terminar de comprender por qué se les había ordenado permanecer allí, aprestaron sus bastones, Itakas y pistolas lanzagases. En la primera fila de la Verón hubo palos en alto.

Entonces se inició la represión.

“Nos comimos una provocación que no supimos evitar” dice uno de los cumpas que estaba en esa primera línea cuando todo empezó. “Nosotros estábamos mal organizados. Incluso una vez que empiezan a reprimir no estábamos preparados ni siquiera para replegar de manera ordenada y que no corrieran riesgo los compañeros y compañeras de nuestros barrios. Es importante que te aclare esto, como una cuestión autocrítica ya desde el vamos, antes de analizar lo que pasó cuando se inició la represión. Por ejemplo: algunos de nosotros, incluso compañeros con responsabilidad, pensaban que la columna del Bloque Piquetero llegaría por Pavón, detrás nuestro, sin saber que ellos habían resuelto cambiar el lugar de concentración y estaban ya en ese momento en plaza Alsina para marchar hacia el Puente por la Avenida Mitre. El mismo Fanchiotti después declara que él sí sabía desde temprano que estas dos columnas debían confluir. Eso explica por qué nosotros, una vez llegados a la base del Puente, nos encontramos con un cordón de infantería que no estaba para que no avanzáramos hacia la Capital, sino para separarnos de la avenida Mitre. Aunque en ese momento no entendimos por qué. Ni siquiera cuando vimos avanzar la columna del Bloque Piquetero por Mitre hacia nosotros nos dimos cuenta de la maniobra de la policía. Los milicos mantenían, por orden de Fanchiotti, el cordón de Infantería como una barrera sobre la que los compañeros irían a chocar.”

“A ver, volvamos para atrás, al inicio de la marcha. –sigue otro compañero, dándole cuerpo a la reconstrucción– La columna de la Aníbal Verón, con más de 3.000 compañeros, era la más grande de las que iban a movilizarse. Salimos desde la estación de Avellaneda y caminamos 600 metros hasta el Puente. ¿Por qué nos dejaron llegar a la base en vez de frenarnos antes? Habíamos pasado por un primer cordón que lo único que nos impidió fue subir por el brazo del Puente que da a Pavón, pero nos mantuvo abierto el paso hacia el lugar donde empezó todo. Nos indujeron a que llegáramos a la base del Puente por donde ellos querían, pudiéndolo haber evitado simplemente con otro cordón de 40 efectivos que cerraran por completo la avenida Pavón. Sin embargo, nos dejaron un paso abierto para que nos metiéramos como en un embudo...

–Pero nuestra intención era llegar a la base del puente...

–Sí, por eso avanzamos hacia allí. Pero eso no quita que desde el punto de vista represivo también a ellos les convenía que el Puente estuviera cortado, aunque sea en la base, para que existiera delito y entonces desalojar. Pudieron haber evitado el corte, pero no querían simplemente que no cortáramos el Puente. Lo que querían era reprimir, dejar como un escarmiento. Por eso en lugar de cerrarnos el paso nos montan una provocación: en todas las fotos se ve el choque de manifestantes por delante y por detrás con un cordón flaco de Infantería. Los medios de comunicación hicieron hincapié en que esos policías fueron agredidos. No te voy a decir que no, pero, ¿qué sentido preventivo tenía ese cordón puesto ahí? Fijate qué paradoja: una vez en la base, nosotros no subimos al Puente porque sabíamos que había gran cantidad de tropas de Prefectura arriba. Pero estaban como 200 metros arriba, o sea que teníamos lugar para avanzar por el Puente si queríamos. Ese espacio nos lo dejaron abierto, pero pusieron un cordón de Infantería sobre Mitre, donde no tenía razón de estar. Ese cordón policial cobra sentido sólo si quien lo ordenó sabía que iba a quedar en el medio de dos columnas de manifestantes, la nuestra y la del Bloque. Y eso lo sabían ellos más que nosotros.

–Entonces esa actitud de la Infantería, desde el punto de vista de lo que ellos buscaban provocar, no fue un error...

–Seguro que no. Hasta ahora hablamos de dos indicios que muestran cómo montaron las condiciones para reprimir. Primero, que nos dejaron llegar hasta la base del Puente. Segundo, que el cordón de Infantería estaba ubicado en un lugar absurdo, en medio de donde iban a confluir dos columnas de manifestantes. El tercer elemento es quién dirige a los policías de ese cordón. Cuando la columna del Bloque llega, parte del cordón de Infantería comienza a retirarse. Pero Fanchiotti, Itaka en mano, les insiste a sus subordinados para que se queden, que aguanten allí. Es clarita esa imagen en los videos: cómo algunos canas a los que les quedaba algo de sentido común tienden a correrse para el costado. Y cómo Fanchiotti se queda él mismo ordenando a otros canas del cordón para que se mantengan donde estaban. Ahí se dan los primeros roces, que si ves bien en las filmaciones de la tele son empujones y bastonazos, hasta que hacen sonar los primeros gases y tiros de escopeta. Era el lugar más inteligente para montar una provocación. Estaban todas las cámaras de televisión y, como eran pocos en ese cordón de Infantería, quedaron fácilmente como víctimas.

 

La cacería

Por Pavón

Mario Pérez fue el primer cumpa que recibió un impacto de munición de plomo, al inicio de la represión. Estaba en la vereda del bingo de Avellaneda cuando escuchó los primeros disparos y vio caer un cartucho de gas lacrimógeno a medio metro, sobre el asfalto. Tuvo el impulso de darse vuelta y correr, pero sintió un golpe seco en la pierna derecha y otro en la izquierda. Cayó sobre la vereda e inmediatamente alguien lo levantó y lo ayudó a que corriera con él. Era Darío, quien lo acompañó en la retirada hasta que encontraron a Enrique, el hijo de Mario. Darío volvió a agruparse con sus compañeros y Mario, de 44 años, y su hijo mayor pudieron llegar a la estación de servicio Shell, desde donde una ambulancia los trasladó al hospital. Mario se había movilizado aquel día con el MTD de Florencio Varela, con su familia y sus vecinos.

Aurora Cividino llegó desde San Telmo con un grupo de asambleístas que decidieron sumarse solidariamente a la protesta. También corrió en desbandada apenas escuchó las detonaciones. Logró llegar a la esquina de Pavón, dobló siguiendo a la multitud y estaba a la altura del supermercado Carrefour, de espaldas al cordón policial, cuando la hirieron. En el hospital supo que le habían dado dos tiros. Tenía fracturado el fémur izquierdo y una segunda bala alojada en el muslo derecho.

 

Cincuenta metros más adelante del lugar donde Aurora cayó, unos 200 piqueteros hacíamos frente con piedras y gomeras al cordón de la Bonaerense y de Prefectura que avanzaba disparando. Tratábamos de demorar la embestida para organizar la retirada. Ahí, entre nosotros, estaban Maximiliano Kosteki, Miguel Ángel Paniagua y Carlos Romeo parados a la altura del arco de entrada de Carrefour. Un mismo disparo de nueve perdigones les dio a los tres: para Maxi, la lesión en el pecho fue mortal. Otros dos perdigones atravesaron sus piernas. A Miguel Ángel un plomo le quebró la pierna izquierda. Carlos Romeo le dio la espalda a los uniformados segundos antes de recibir otro de los perdigones en su hombro derecho. Si se repasan las imágenes que registró el canal de noticias Crónica TV, puede verse el momento en que Maximiliano fue herido de muerte. En el costado superior derecho de la pantalla, el reloj digital que acompaña la transmisión indicaba las 12.42 en el momento en que Maxi caía. Habían pasado más de 40 minutos del inicio de la represión y los uniformados parecían tener objetivos, pero no plazos. Sin apurarse, todo el tiempo avanzaron en forma constante sobre nosotros abriendo fuego con municiones de plomo, seguros de lo que hacían.

 

Al sentir el golpe en el pecho, Maxi cayó de rodillas. “Me dio la yuta, me quema, llevame”, le pidió a los cumpas que enseguida se acercaron a él. Entre varios lo ayudaron a caminar los siguientes 120 metros. Héctor Fernández, que lo conocía, le pasó la mano por debajo del brazo y lo cargó para alejarlo del lugar, rumbo a la estación.

 

Sobre Pavón, uno de los últimos heridos con munición de guerra fue Juan Arredondo. Le tiraron por la espalda más de una hora después de haber sido despejado el Puente, casi llegando a la estación de Gerli, a unas veinte cuadras de distancia. Por esa zona ya no quedaban compañeros agrupados, sino apenas personas dispersas buscando escapar. Le dispararon dos postas de plomo: una en la nalga y otra en el tobillo. Como ya no podía correr, lo llevaron detenido a la comisaría 1ª de Avellaneda. A pesar de haber perdido sangre todo el tiempo, demoraron cuatro horas en trasladarlo al hospital. Juan tenía experiencia en eso de ser baleado en una protesta: dos meses atrás, cuando reclamaba junto a sus compañeros del MTD de Lanús por el atraso en la implementación de los planes de empleo, un agente del Servicio Penitenciario le perforó el pulmón con una bala 9 milímetros cuando disparó a la multitud.

 

Si el accionar de la policía se marca sobre el mapa de Avellaneda, lo que se ve es un triángulo con vértice en el Puente. Por uno de los lados de ese triángulo, la avenida Pavón, avanzó un grupo de tareas comandado por Fanchiotti. En esta dirección es por donde la cacería llegó más lejos: tres cumpas terminaron detenidos en la comisaría 2ª de Lanús, lo cual indica que la persecución continuó también dentro de aquel municipio (ver plano n° 2, pág. 57).

La segunda línea de represión, hacia el este, se alargó once cuadras por la avenida Mitre y calles paralelas. Estuvo encabezada por el suboficial Carlos Leiva y su grupo de tareas. Son los que pudieron verse en las imágenes televisivas vestidos de civil, haciendo puntería sobre los manifestantes que ya estaban dispersos por la plaza Alsina y recogiendo inmediatamente los cartuchos servidos para no dejar evidencias.

 

Por Mitre

Sobre la avenida Mitre la represión con balas de plomo también fue inmediata. Frente a la sede del Club Independiente, a poco más de una cuadra del Puente, Leonardo Torales, de 17 años, recibió un balazo en el pecho que le atravesó un pulmón. Pensó que se trataba de un piedrazo y así se lo dijo a Leticia Vasarhelyi. Ella lo vio caer y se inclinó a asistirlo. Leticia tiene 60 años, es médica y concurre a las movilizaciones del Bloque Piquetero con un maletín de primeros auxilios y un brazalete que identifica su condición profesional. Mientras se quedaba a auxiliarlo, también ella recibió impactos de balas de goma en sus piernas. Leonardo estuvo 35 días internado en terapia intensiva.

 

Sergio Coco Insauralde vio al sargento Leiva en posición de tiro segundos antes de sentir un golpe seco en la mejilla derecha y un fuerte dolor en la nuca. Estaba replegándose con sus compañeros del Polo Obrero de Berazategui, a unos 200 metros de donde todo había empezado. Los dos impactos fueron de perdigones de plomo. Norma Jiménez lo vio sangrando, pero como Coco podía caminar no se detuvo con él y fue a asistir a Leonardo, a quien conocía del barrio. Ella tampoco estaba muy bien: apenas iniciada la represión y cuando corría para alejarse del lugar, le dispararon a quemarropa dejándole siete hematomas en la espalda. Tuvo la suerte de que esa vez la Itaka policial estuviera cargada con cartuchos verdes conteniendo postas de goma.

 

Quienes no habían corrido riesgos al inicio de la represión por estar al fondo de las columnas, lejos del puente, también fueron baleados. El grupo de tareas de Leiva se movilizó en camionetas y patrulleros hasta la plaza Alsina a la caza de manifestantes. Muchas cuadras más allá, el incendio de un colectivo en un lugar donde no había ya manifestantes (en la avenida Mitre al 1.300) extendió la sospecha de que los amigos de Leiva siguieron desplazándose para enrarecer el clima que justificara la represión.

Héctor Álvarez terminó el día internado en terapia intensiva. Vive en Wilde, tiene 40 años y hace tres que no consigue trabajo. El 26 de junio participó por primera vez en una movilización. Con sus compañeros del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) se había ubicado al final de la columna del Bloque Piquetero. Cuando la represión empezó todavía estaban a dos cuadras. Por eso le costó menos volver hacia plaza Alsina y pudo permanecer allí unos diez minutos antes de que La Bonaerense llegara a reprimir. Vio ingresar a la plaza a policías con uniforme de calle y de civil y comenzó a escuchar detonaciones. “Vamos Norma que están tirando”, llegó a decirle a una compañera de su barrio. Giró y sintió un impacto en el costado derecho del pecho.

 

Silvina Rodríguez también milita en el MTR. Había llevado la cámara de fotos para retratar a sus compañeros en el piquete, pero ante las corridas no dudó en destinar el rollo completo a documentar el accionar policial. En su retirada cruzó la plaza Alsina en diagonal y al salir por la calle San Martín, paralela a Mitre, le sorprendió ver también allí a un grupo de uniformados que insistía en dispararles. Pensó que la situación justificaba una nueva toma. Cuando hizo foco en la escena, escuchó los gritos de un hombre alertando: “¡La foto, la foto!”. Sin llegar a tomar la fotografía, cayó al piso. Un perdigón de plomo le había dado en la pierna derecha, debajo de la ingle.

 

Otros 23 compañeros fueron heridos con munición de guerra, mientras se replegaban huyendo de las balas o intentando resistir.

Listado de heridos con balas de plomo, en orden alfabético

(H.A.F.: Herido por Arma de Fuego, según informe oficial Hospital Fiorito, 26/06/2002 

• Exp.Fjs.: Expediente Judicial, Fojas número)  

Nombre

Organización

donde fue baleado

Descripción herida

Fuente (expediente-  testimonio)

Abraham Alejandro

MTR

Plaza Alsina

Traumatismo en pierna derecha

  Exp. Fjs. 543/1807

Álvarez Héctor

MTR

Plaza Alsina

HAF reg tórax / Sin salida

  Exp. Fjs. 445

Arredondo Juan

A. Verón

Cercanías estación Gerli

HAF nalga y tobillo izquierdo

  Testimonio directo

Barreiro Marcial

A. Verón

Av. Pavón y Mitre

HAF pierna derecha, fractura peroné

  Exp. Fjs. 2004/3657

Blais Roberto

 

 

HAF mano izquierda

  Exp. Fjs. 1111

Cano Alberto Martín

A. Verón

Av. Pavón y Mitre

HAF nalga izquierda

  Exp. Fjs. 3981 

Cividino Aurora

Asam. San Telmo

Av. Pavón y Mitre

HAF pierna derecha y muslo izquierdo

  Exp. Fjs. 41/4118/4141

Conti Sebastián

A. Verón

Av. Pavón y Mitre

HAF región dorsal tórax y brazo izq.

  Exp. Fjs. 447/3663

Chamorro Ezequiel

C.U.Ba.

Plaza Alsina

HAF rodilla izquierda

  Exp. Fjs. 2149/02162

Escobar Leonardo

A. Verón

Av. Pavón alt. Carrefour

HAF en pierna

  Testimonio directo

Farías Gómez Sergio

Polo Obrero

Av. Mitre

HAF en muslo

  Exp. Fjs. 799

Fernández Jorge

 

Mitre y Montes de Oca

HAF lado izquierdo pecho

  Exp. Fjs. 1974/2147

Geroz Juan José

 

 

Múltiples lesiones HAF en dorso

  Testim. periodístico

González Julio César

MTR

Plaza Alsina

      Dos HAF en pierna izquierda

  Exp. Fjs. 807/1067

Gramajo Gladis

MTR

Calle San Martín

HAF en espalda

  Testim periodístico

Herrera Manuel

Polo Obrero La Plata

En local Izquierda Unida

Dos HAF en pierna

  Exp. Fjs. 1149

Insaurralde Sergio

Polo Obrero

Av. Mitre

HAF en mejilla derecha y cuello

  Exp. Fjs. 1134/4266

Jerez Julio

MTR

 

HAF

  Testim. Mariano Benítez

Kosteki Maximiliano

A. Verón

Av. Pavón alt. Carrefour

 

 

Lovari Marx Germán

 

Estacionamiento Bingo

HAF pie izquierdo, alojado

  Exp. Fjs. 2770

Maiorano Pedro

MTR

 

Fractura expuesta en pie derecho

  Testim. Silvina Rodríguez

Medina Walter Javier

A. Verón

Av. Pavón y Mitre

      HAF en el abdomen

  Testimonio directo

Medina José Evaristo

A. Verón

Av. Pavón y Mitre

HAF tobillo izquierdo

  Exp. Fjs. 440

Palavecino Roberto

Polo Obrero

Calle San Martín

HAF omóplato izquiedo, alojado

  Exp. Fjs. 4791/4812

Paniagua Miguel Ángel

A. Verón

Av. Pavón alt. Carrefour

HAF pierna derecha debajo de rodilla

  Exp. Fjs. 1897/2144

Pereira Silvio

Empl. municip.

Av. Pavón

HAF clavícula izquierda

  Exp. Fjs. 676

Pereyra Ruth

A. Verón

Base del puente

HAF en boca, pérdida de dientes

  Exp. Fjs. 4005/ 4917

Pérez Mario

A. Verón

Base del puente

HAF fémur der., rodilla izq. y pierna izq.

  Exp. Fjs. 443

Rodríguez B. Silvina

MTR

Calle San Martín

HAF muslo izquierdo. Sin salida

  Exp. Fjs. 792

Romeo Carlos

A. Verón

Av. Pavón

HAF clavícula derecha

  Testimonio directo 

Russo Sebastián

FTC

Calle San Martín

HAF pierna derecha. Fractura peroné

  Exp. Fjs. 3218/ 1112

Santillán Darío

A Verón

 

 

 

Torales Leonardo

Polo Obrero

Av. Mitre

HAF pulmón. Proyectil alojado

  Testim Norma Jiménez

Valdovino David

 

P. Alsina

HAF pie derecho, extremo talón

  Exp. Fjs. 1056/1964

 

La comisaría, el hospital y el local partidario: “lo mismo que en el 76”

“Cuando atravesaron el hall de la comisaría primera de Avellaneda y se asomaron al primer patio, el diputado Villallba y el abogado Palmeiro sintieron que habían traspasado algo más que un espacio físico: que habían retrocedido en el tiempo a la dictadura militar, al campo de Auschwitz, al caos del hospicio de Charendon o del más criollo y perverso asilo Montes de Oca”, relató Miguel Bonasso en el diario Página/12 del 30 de junio. Las cifras son contundentes: 160 detenidos, de los cuales 52 eran mujeres, siete de ellas embarazadas. 43 de los arrestados eran menores de edad. Once de ellos, con heridas de plomo o goma, causantes de daños suficientemente graves como para que hayan tenido que ser trasladados, aun en condición de detenidos, al hospital.

 

Ni la sensación que relata el periodista Bonasso ni las cifras precisas alcanzan para dar la real magnitud de lo que se vivió aquella tarde en Avellaneda. Pasados los primeros días de temor e incertidumbre, más relajados una vez que las evidencias públicas señalaban con claridad a los asesinos y represores, los compañeros se fueron acercando a la Fiscalía a dejar constancia judicial de lo que habíamos padecido:

 

Roberto Rojas tiene 25 años, integra el MTD de Varela y sufrió la represión en familia: “Una de las camionetas frena y nos detiene a mi mamá, a mi hermana, a mi cuñado y a mí. Ahí nos hacen poner boca abajo. Mi hermana se descompone y queda sentada en la vereda mientras que a los hombres nos ponen boca abajo, nos gritan ‘zurdos de mierda’ y a mí un policía me da patadas en las costillas y en los tobillos. Después, me suben a un patrullero junto a otro muchacho y nos llevan a la seccional 2ª de Avellaneda, donde encuentro a mi mamá, a mi hermana y a mi cuñado. Ahí nos llevan al patio de hombres. Íbamos pasando por un pasillito cuando me agarra un policía de uniforme, gordo y petiso, y me hace desnudar. Me saqué la ropa. El policía me pide los cordones, una cadenita de plata con un dije con forma de cruz, no muy grande, y un anillo también de plata que era de mi abuela. Cuando le pregunto al policía si le tenía que dar todas esas cosas, me contesta:’¿qué querés? ¿que te de un ticket?’ Después, me dijo que me vistiera y fuera al patio con los demás. Me vestí, pero jamás recuperé ni la cadenita, ni los cordones ni el anillo. Ahí vino un policía y nos dijo: ‘Bueno muchachos, ya cobraron. Ahora no les va a pegar nadie más. ¿Vieron qué ganaron por venir a joder? Esto es Avellaneda.” Exp. Jud. Foja 771

A Gustavo Fernández, de 30 años, no le respetaron siquiera su discapacidad: “Que el declarante corría con dificultad ya que sufre de una discapacidad motriz en su brazo y pierna izquierda. Que mientras ingresaba a la seccional segunda y con motivo de la dificultad que tiene para caminar, trastabilló y cayó en el suelo, momento en el cual tres policías comenzaron a pegarle patadas por todo el cuerpo, para luego levantarlo a los empujones. Que el declarante se encontraba muy preocupado ya que sufre de epilepsia y temía sufrir una convulsión. Que en el patio de la comisaría un policía que se encontraba detrás suyo le colocaba una escopeta en la nuca y gatillaba sin salir disparo alguno, otros policías también lo golpeaban en las costillas, ya que los obligaban a tener las manos en la nuca y en virtud del problema que sufre en su brazo izquierdo, este miembro se bajaba, no pudiendo mantenerlo en la posición que le exigían los policías. Que durante su detención se encontró muy atemorizado ya que su médico siempre le aconseja no recibir golpes en la cabeza”. Exp. Jud. Foja 768.

 

Esteban Campos, 25 años, los escuchó cantar sobre “la parrilla” y la vuelta al 76: “Que al salir del galpón [donde se habían refugiado] uno de los policías le aplicó un rodillazo en la zona hepática. Que a medida que los obligaban a formar les sacaban las mochilas. Que el declarante llevaba entre otras pertenencias una radio portátil AM FM marca Sony y por lo menos 3 cajas de remedios, ya que sufre una deficiencia hormonal. Que mientras se encontraba contra la pared, le pidió a otro policía que necesitaba tomar la medicación que se encontraba en su mochila y le explicó que si así no lo hacía, su vida corría peligro. Que este policía le contestó en forma textual: ‘Eso a mi no me interesa’. Que también escuchó gritar a otro policía en voz alta ‘Esto es Avellaneda’.

Al ingresar a la seccional los hicieron formar primero en un pasillo y mientras esperaban en el lugar, el dicente junto con los demás detenidos recibían apremios psicológicos por parte de los uniformados, quienes hacían comentarios en voz alta diciendo: ‘Les va a pasar lo mismo que en el 76’, ‘Los vamos a poner en la parrilla’, y entonaban cánticos diciendo ‘Volveremos volveremos, como en el 76”. Exp. Jud. Foja 802.

 

Nancy Slupsky tiene 39 años y se movilizó con el MTD de Almirante Brown: “Vino un sujeto vestido de jean, zapatillas, buzo polar rojo y una Itaka, al que después reconocí a través de los medios como Leiva. Con él vinieron otros policías. Se metieron en el baño [de la estación de servicio Shell, sobre Pavón, donde estábamos cinco compañeras escondidas] y comenzaron a sacarnos. Yo le dije a Leiva que no estábamos haciendo nada, y él nervioso me dijo ‘No me forrees’ y ‘Te faltan asambleas’. Cuando nos trasladaban, yo les grito a los que estaban en la parte delantera del micro, que la chica que iba conmigo se estaba por desmayar. Leiva me dice ‘Hija de puta, por mí que se muera, tirala por ahí’. Después nos bajan en una comisaría. Había un chico tirado en el piso, esposado y sangrando”. Exp. Jud. Foja 513.

 

Omar Pinola, de Lanús: “Cuando dobla hacia la izquierda y es emboscado por varios patrulleros es detenido por personal policial, sin ofrecer ninguna resistencia. Un policía uniformado le da vuelta el brazo derecho y se lo coloca en la espalda. Luego otra persona de civil, con una escopeta en la mano, lo agarra de los cabellos y lo entra a sacudir; que ante esta situación el dicente pierde estabilidad y cayéndose es retenido de los cabellos por esta misma persona, la cual luego de levantarlo de los cabellos lo suelta y le propina un golpe en la cabeza con el caño de la escopeta. Luego de recibir el golpe en la cabeza el dicente es arrojado al piso contra una pared. En ese lugar recibe otros golpes, como patadas en la espalda. Es llevado a la comisaría 2ª, siendo bajado lo ponen en un pasillo interno y lo hacen desnudar por completo junto a tres hombres más. Una vez desnudos, los colocan contra una puerta y les pegan trompadas en la espalda”. Exp. Jud. Foja 407.

 

Esteban Ciarlo tiene 20 años, es estudiante de la Universidad de Buenos Aires y fue al Puente Pueyrredón para hacer un trabajo práctico sobre los piqueteros para la materia Antropología Sistémica. “Al escuchar disparos es que deciden salir corriendo [de un galpón] con las manos en alto. Y en ese momento es que el dicente recibe un golpe en el abdomen. Que el policía que lo golpeó con la escopeta vestía de civil, que continúa caminando y al pasar al lado de otro policía éste lo golpea con un palo en la espalda y otro policía le pega luego otra patada en el trasero que le provoca la caída boca abajo sobre la acera. Que estando el dicente en esta posición logra escuchar que un policía grita: ‘Bolches, les va a pasar lo mismo que en el 76.” Exp. Jud. Foja 514.

 

Marcelina Montiel tiene 35 años, doce hijos, y participa en el MTD de Solano. “En la comisaría 2ª a las mujeres nos hicieron desnudar y nos obligaron a quedarnos sentadas en el piso casi media hora”, cuenta.

Edgardo Ferrari, de la Plata, después de ser detenido por el parapolicial Robledo fue entregado a un agente de Infantería que lo sometió al método de tortura conocido como submarino seco en un descampado. Lo patearon hasta dejar su rostro cubierto de sangre, mientras lo interrogaban. Apoyaron el caño frío de la Itaka en su cabeza y simularon disparar. “Pensé que me iban a matar”, contó después a sus compañeros.

Los testimonios se repiten por decenas, y muestran la forma en la que, autorizada o alentada para hacerlo, La Bonaerense detuvo ilegalmente, golpeó, torturó y se jactó de añorar la dictadura militar. Los testimonios que señalan indistintamente a una cantidad variada de efectivos certifican que “No es un policía, es toda la institución”, como dice una campaña antirrepresiva de Correpi. Las edades de los oficiales involucrados en el accionar ilegal y delictivo, como el cabo Acosta (26), el cabo Colman (32), el oficial inspector Sierra (25) o el oficial De la Fuente (26), señalan, además, que tal desenvolvimiento no es solamente fruto de la policía de la dictadura. Son oficiales egresados en los 90, de esta policía de la democracia que sigue formando criminales en sus filas7.

El estado de sitio que rigió de facto en la ciudad de Avellaneda aquella tarde tuvo otros dos capítulos destacados: el asalto al local de Izquierda Unida por tropas bonaerenses y la conversión del hospital Fiorito en una base de operaciones de la Policía.

 

Después de las corridas y los disparos del grupo de tareas que comandó Leiva por la avenida Mitre, algunos manifestantes buscaron refugio en el local del Partido Comunista de la calle Brandsen al 1.200, tres cuadras más allá de plaza Alsina. Habían logrado entrar unos 50 compañeros, cuando cinco patrulleros hicieron chillar los frenos a lo largo de toda la calle, cruzando las camionetas en ele y bajando, armas en mano, en actitud de combate. Desde adentro del local buscaron trabar la puerta con sus propios cuerpos. Por eso Manuel Herrera recibió varios impactos de plomo –dos en los muslos y otros en la billetera– cuando uno de los bonaerenses disparó un nuevo itakazo, eyectando uno de esos cartuchos rojos que tanto se preocupaban en recoger. Los nueve perdigones dieron en la puerta y la atravesaron. Después del disparo terminaron de abrir el local a patadas, con un único cuidado: “Pará que están sacando fotos”, le dijo el oficial Gaiser al sargento Reguera, quien dio el botinazo final a la vieja puerta de madera y quedó retratado en la cámara del fotógrafo Pablo Piovano de Página/12.

También se habían preparado para entrar por las casas vecinas y desde los techos amenazaban a todos a punta de escopeta para que se tiraran al piso “boca abajo y con las manos en la nuca”. Mariano Benítez quiso obedecer, pero lo cierto es que se demoró porque no encontraba lugar en el piso que ya estaba cubierto de compañeros. Entonces, cuando estaba en cuclillas, entró el cabo Colman y disparó, a quemarropa, sobre su cabeza. Las postas de goma dieron de lleno en su cuero cabelludo, produciéndole quemaduras y una herida tal que tuvieron que llevarlo desmayado, sangrando por la cabeza, hasta el hospital. Diez meses después, Mariano sigue bajo tratamiento médico, con ataques de pánico por las secuelas que le produjo la represión.   

Entre quienes se hicieron presentes para evitar el salvajismo policial, estuvieron los diputados Luis Zamora y Vilma Ripoll, que a los gritos y empujones sacaron a los uniformados del lugar. Los agentes terminaron de huir en sus camionetas en medio de cascotazos que con bronca tiraban los compañeros que seguían acercándose para enfrentar la represión.

 

No fue más tranquila la situación en el hospital Fiorito, a pocas cuadras: los policías montaron allí su propia base de operaciones. Contaron para ello con la colaboración de la directora Adriana D’Astek, quien se mostró cómplice, permitiendo que en el hospital a su cargo los mismos policías que habían disparado detuvieran ilegalmente a quienes buscaban atenderse. También, durante toda la tarde evadió precisiones sobre el tipo de heridas de quienes iban ingresando: “No puedo decir si las heridas fueron provocadas por armas de fuego”, declaró, ocultando lo que los propios médicos sabían e informaban desde temprano. En el playón del estacionamiento del hospital, los comisarios Alfredo Fanchiotti y Félix Vega organizaron la primera conferencia de prensa, que fue interrumpida cuando recibieron los golpes de quienes, conociendo la existencia de dos muertos, no aguantaron la bronca y la dirigieron hacia donde correspondía.

 

Plano II.



6 Cita textual del fallo parcial que establece la prisión preventiva de Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta, por la jueza Marisa Salvo. Expediente Judicial, Foja 2433.

7 El cabo Lorenzo Colman junto al oficial Guillermo Paggi, otro agente que participó de la represión, fueron reconocidos como los asesinos de dos jóvenes en la Isla Maciel, Avellaneda, nueve meses atrás. Los familiares de “El Melli” Maidana y “El Negrito” Del Puerto los identificaron a través de las imágenes televisivas. Jueces de menores de la provincia de Buenos Aires indican una cifra de 24 chicos asesinados sin motivo por la policía bonaerense durante 2002. “En los pagos de Eduardo Duhalde se mata siete veces más jóvenes que, por ejemplo, en el Departamento Judicial de San Martín”, señala Cristian Alarcón en la revista TXT, n 3, 4 de abril de 2003.