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Los
dueños del país, los que se llenan los
bolsillos a costa de la miseria del pueblo no
quieren que las más pobres nos organicemos. Nos
quieren limosneando en las calles o pidiéndole
trabajo a San Cayetano. Dicen que somos brutas,
que somos feas, que somos sucias, que somos
violentas. Hay algo disonante en este texto
como en la mayoría de los que acompañan las
fotografías de Tierra Piquetera, el libro que se
imprimió en la Cooperativa Chilavert Artes
Gráficas una empresa tomada por sus
trabajadores y que lleva la firma del MTD
Aníbal Verón, aunque las imágenes fueron
tomadas por Carla Thompson y Alejandra Giusti,
del MTD Lugano, y los textos los recopilaron las
mujeres del MTD Berisso. Lo que sorprende, lo que
se escucha como una nota demasiado aguda en una
melodía conocida es que estos relatos están
contados en género femenino haciendovisible la
experiencia del 70 por ciento de la composición
de los movimientos de desocupados: las mujeres.
Ellas, las que quedan ocultas cuando se habla de
piqueteros en general, construyendo un imaginario
de hombres enmascarados o no, pero siempre
varones que imponen su voz como referentes.
Nuestra intención en Tierra Piquetera era
contar lo que pasaba en los cortes en imágenes,
pero también desde nuestras voces dice
Carla. A las mujeres nos cuesta hablar en
público, parece que necesitamos permiso o
aprobación de nuestros compañeros y eso es algo
que tenemos la intención de cambiar aunque lleve
tiempo. Siempre nuestra historia la cuentan
ellos, por eso esta vez quisimos contarla desde
nosotras. Por eso este 26 de junio, cuando
una mujer leyó el documento que habían
consensuado las organizaciones que participaron
del homenaje en memoria de Maximiliano Kosteki y
Darío Santillán y para pedir juicio y castigo
por sus asesinatos, ellas festejaron como una
pequeña victoria el haber dicho
compañeros y compañeras cada vez
que fue necesario, porque en esa referencia hay
una reivindicación, costosa porque parece nimia,
pero que sienten como necesaria para sentirse
presentes. Fue muy gráfico que en el
momento en que empezó el acto, cuando pidieron a
la prensa que se baje del palco nosotras nos
resistimos, porque si no hubiera habido, otra
vez, una mayoría abrumadora de hombres, porque
ellos son los referentes. Nosotras ponemos el
cuerpo, pero nos falta poner la voz, dice
Alejandra, de 25, que junto con Carla había
subido al escenario para tomar fotografías. Y
para que la imagen que se pudiera tomar desde
abajo diera cuenta de una diversidad que las más
de las veces queda velada.
El
acto del 26 de junio pasado ha dejado voces
roncas y algunas ausencias: después de la larga
vigilia que empezó el 25 se confundieron las
ollas y en Lugano falta el cucharón que se usa
para garantizar la equidad de las porciones
cuando se abre el comedor. Igual, las mujeres
están contentas de la oportunidad de volver a
juntarse. A esta reunión en un día tan húmedo
que borra todos los contornos han llegado desde
los MTD de José C. Paz, Almirante Brown, Esteban
Echeverría, Berisso y, por supuesto, Lugano.
Zulema, una mujer de 40, separada y con tres
hijos a cargo, es la más locuaz. Es lógico,
ella es la primera vocera que reconoce la
organización Aníbal Verón después de que las
mujeres se plantaran y exigieran que en cada
corte, en cada acción, hubiera al menos dos, un
varón y una mujer, que pudieran poner la voz por
todos los demás.
Yo
me acerqué al movimiento como todas, por la
necesidad de un plan. Yo tenía un negocio de
venta de comida, pero la crisis del 2001 se
llevó lo que tenía. Después hice todo tipo de
cursos, desde huerta orgánica hasta cría de
caracoles, conejos o gallinas. Los hacía en una
sede del INTA en Burzaco, sabía que salir a
buscar trabajo era imposible y al tiempo me di
cuenta de que sin capital tampoco me podía
autogestionar; pero la huerta me rindió mucho,
yo vivo en Glew y tengo terreno, así que me
ayudó a comer. Pero cuando las necesidades se
hicieron urgentes fui al movimiento aunque no
sabía cómo funcionaban. Fui a ofrecer
capacitación en huerta, pero me llamaron mucho
la atención los talleres de formación.
¿Por
qué?
Porque
yo nunca había militado en nada y pensé que en
un taller de formación me iban a bajar línea.
Pero resulta que la profesora era la que menos
hablaba, quería que hablen los otros. Y así me
fui metiendo, porque yo la formación que tenía
era por mis hijos, ellos terminaron la secundaria
y como no encontraron trabajo se pusieron a
ayudar en un comedor. Ahora están en el Polo
Obrero; pero esto era distinto, me decían que no
había líderes y entonces yo dije ¿eso
quiere decir que yo puedo subir a la coordinadora
(n. de r.: que integra los movimientos de la zona
sur)?. Y sí, podía, y ahí me di cuenta
que aunque fuéramos un 70 por ciento de mujeres
en los galpones y en las unidades productivas, en
la coordinadora estaba sola.Ese fue el primer
llamado de atención que tuvo Zulema, el otro fue
un proceso más lento que tuvo que ver con
enfrentarse con los propios prejuicios: En
todos lados los que no tenemos estudios somos
menospreciados, a nadie le interesa lo que se
aprende a fuerza de vivir. Y en los talleres de
formación esto era lo importante. Y así fui
creciendo en muchos sentidos, por ejemplo, antes
no se me hubiera ocurrido abrazar a otra persona
porque creía que iban a pensar que yo tenía
otra intención. Ahora me abrazo con todo el
mundo y no temo lo que van a pensar. Era un
cambio en la relación con su propio cuerpo que
volvió nítidas otras necesidades en su barrio:
sobre sexualidad, sobre violencia, sobre salud
reproductiva, aunque no es fácil hablar
todavía, porque la Iglesia es muy pesada en las
conciencias y parece que nombrar algunas cosas
que hacemos, como el aborto, es sencillamente un
pecado.
Elsa
Basterra alguna vez tuvo un taller de reparación
de máquinas fotográficas; cuando éste cerró,
se dedicó a la venta de plantas. Con la
devaluación, dice, se fundió
completamente. A los 62, esta mujer
desocupada que se confiesa atea porque fue
criada en un colegio de monjas se
acercó al MTD de José C. Paz después de haber
participado en otra organización que nos
llevaba a un lugar muy partidario. Y ella
lo que quería era autonomía, igual que otras
vecinas como Lina Yapura o Pierina Corvalán, con
las que va a todos lados. Tuvimos altas y
bajas, pero ya somos como 400 familias en nuestro
barrio. Yo te digo la verdad -insiste, como si
quedaran dudas, siempre he sido una mujer
luchadora, pero recién ahora siento que desde el
pobrerío nos podemos dar una organización,
porque es como que los pobres siempre esperamos
que venga un líder a rescatarnos, y no es
así. Elsa fue de las que se encontró en
el último Encuentro Nacional de Mujeres en
Rosario, en agosto del año pasado, con otras
compañeras de los distintos MTD como si se
vieran las caras por primera vez. Es que no
había sido una decisión orgánica asistir al
Encuentro: Cada una fue por su barrio,
porque nos invitaron, porque hicimos colectas
para los pasajes, pero ahí nos dimos cuenta que
no habíamos discutido nada previamente. Puede
ser que tenga que ver con la autonomía de los
movimientos, pero también que ni nosotras lo
veíamos como una prioridad. Y es que esa
cuestión de prioridades es la
primera que se esgrime cuando se quiere dar la
discusión sobre temas que las mujeres consideran
propios dentro de la organización.
Hay que sentar las prioridades,
nos decían los varones, pero cuando nosotras
hablamos de salud no estamos diciendo que
necesitamos un botiquín en los galpones, sino de
algo mucho más profundo. Lo cierto es que
después del Encuentro de Rosario, las mujeres
del MTD volvieron decididas a abrir su propio
espacio. Y fueron Zulema y Alejandra Giusti
quienes lo plantearon en la coordinadora.
Hubo
cinco minutos de silencio cuando dijimos que
queríamos marchar como MTD Aníbal Verón el 28
de septiembre pasado por la salud reproductiva
como se había decidido en Rosario. Fue como un
desconcierto, y después nos dijeron que hagamos
lo que quisiéramos, como si no tuviera ninguna
importancia lo que planteábamos cuenta
Alejandra.
Nos
preguntaron si andábamos con ganas de agrandar
la cocina agrega Zulema.
De
esas respuestas que no causaron ni un poco de
gracia surgió el convencimiento de que era
necesario generar un espacio para que las mujeres
de los distintos MTD pudieran encontrarse. Y lo
hicieron en el lugar en el que lo venían
haciendo desde la masacre de Avellaneda el 26 de
junio de 2002: el 26 de cada mes, en el Puente
Pueyrredón. Ahí se borraban las distancias
entre los barrios y ellas resignificaron las
vigilias en el puente buscando ampliar sus voces;
porque su participación estaba garantizada desde
mucho antes. En esas asambleas sobre la autopista
que todavía generan sorpresa entre los
compañeros, ellas quisieron ir más lejos y
propusieron un plenario de mujeres que
trabajaría sobre unascuantas preguntas como eje
de discusión: ¿Hablás en las asambleas?
¿Participás en los lugares de decisión de tu
movimiento? ¿En qué te sentís agredida por ser
mujer? ¿Sabés cómo cuidarte en tus relaciones
sexuales? ¿Decidiste sobre tu maternidad? ¿Te
parece importante que haya un espacio de mujeres
dentro de los MTD Aníbal Verón?
El
miedo al ridículo, a molestar a los compañeros,
a decir algo que esté fuera de lugar, a que se
den cuenta de todo lo que falta aprender, a que
nos evalúen con dureza. Como amenazas funcionan
estos temores que cierran la garganta antes de
intervenir en una asamblea, en una reunión. Como
si una a otra se fueran empujando, dando una a
otra una confianza que se encuentra en otros
ojos, los miedos fueron nombrándose para
explicar por qué es fácil poner el cuerpo en
los cortes, en las unidades productivas, en los
talleres, y tan difícil poner la palabra o el
grito en el cielo si es necesario para hacerse
escuchar, para que esos cuerpos recuperen su
contorno y su identidad particular, recortados
dentro del grupo al que pertenecen. Las
conclusiones fueron decantando de ese primer
encuentro de mujeres en la Verón, el
último 19 de noviembre, como piedras en el fondo
de un estanque. Y no hubo sorpresa por que las
frases se repitieran en los distintos grupos, que
las mujeres piqueteras no hablan ante los medios,
que no figuran entre los referentes de las
distintas agrupaciones es algo tan visible como
que son mayoría en la base de los distintos
movimientos. Que el encuentro fue fortalecedor es
una sentencia que ninguna discute, de allí
surgieron complicidades y estrategias para
quebrar el miedo que es tan útil para cerrar las
bocas.
-Antes
del encuentro no era tan claro para todas que los
chistes fáciles, como lo de agrandar la cocina u
otros que se dicen como al pasar, eran vividos
como agresiones. O que también es muy feo que en
una reunión con funcionarios, por ejemplo, a las
mujeres no nos saluden, es como que no existimos
se queja Andrea.
Es
verdad, ser mujer es como que te quita el saludo
refuerza Elsa Basterra.
Lo
que no resultó tan fácil de hablar como
esperábamos algunas que habíamos estado en el
Encuentro de Rosario cuenta Mónica, una
joven de 21 del MTD Almirante Brown es
sobre aborto. En los talleres de Rosario fue
lindo ver cómo algunas mujeres se animaban a
decir que ellas habían pasado por esa
experiencia que nadie desea y que antes no
podían ni nombrar porque les daba vergüenza o
culpa.
Es
que hay cosas que van a llevar tiempo
agrega Zulema, por ejemplo, todavía
no tenemos herramientas para tratar los casos de
violencia doméstica, que son muchos. Pero salen
las historias personales y son muchas las que
después quedan quebradas si no sabemos dar una
buena contención.
Yo
me fui de mi casa porque mi papá abusaba de mí
se anima Mónica y casi todas tenemos
experiencias de violencia por parte de nuestras
parejas, padres o hermanos. Y muchas veces los
mismos que están al lado tuyo en un corte y se
enfrentan con la policía después vuelven a la
casa y le pegan a su mujer. Nosotras queremos que
estos temas sean tomados por la organización,
que sea un tema de todas, pero para eso es que
nos tenemos que seguir juntando, para poder
hablar entre nosotras primero, que es como
estamos más cómodas, para después llevar
nuestros planteos a todos los movimientos.
Las
asambleas de mujeres se siguen realizando cada 26
sobre el cemento de la autopista del Puente
Pueyrredón. El 8 de marzo pasado los MTD
marcharon orgánicamente por el día de la mujer
y plasmaron en un periódico las discusiones en
las asambleas del puente. La toma de conciencia,
dicen las mujeres de los MTD, puede ser un
proceso que lleve tiempo, pero la decisión está
tomada, este año quieren llegar al Encuentro
Nacional de Mujeres (en Mendoza) con algunos ejes
discutidos en conjunto para poder ponerlos en
común. En otras organizaciones, como la
CCC, también se ve que son mayoría las mujeres
y ellas participan dice Elsa, pero a
lomejor por el modo en que nosotras discutimos en
las asambleas, donde todos y todas tienen voz y
voto, nos puede llevar más tiempo. Pero vamos
más convencidas.
Ahora
que el movimiento piquetero está tan
cuestionado, ¿ustedes reivindican el ser
piqueteras como una identidad?
Elsa:
Claro que sí, porque es la manera que
encontramos de organizarnos y de que nos vean. Si
no cortamos rutas no existimos.
Viviana:
Acá estuvimos años pidiendo que nos
dieran trabajo en un estadio que se iba a
construir, hicimos cartas a todos los
funcionarios para que nos manden leche para el
comedor, pero hasta que no hicimos un corte nadie
nos escuchó. Hicimos el corte en el barrio y
ahora nos están por bajar la carne y los
productos frescos para la comida. Hablan de
reactivación, pero en los barrios no se ve, se
ven talleres textiles clandestinos que pagan 30
centavos por prenda y que te tienen parada 13
horas sin más que 20 minutos para comer. Yo
quiero trabajar, pero acá en el galpón trabajo.
Lina:
El corte nos da protagonismo porque así es
como luchamos y resistimos, con dignidad y con
emoción. Pero resulta que si lo hacemos nosotras
molesta al tránsito, cuando lo hacen otros como
Blumberg está bien.
¿Creen
que cambió la escucha que tienen los temas
propios entre el resto de los compañeros?
Carla: Cada vez somos más entre las
referentes y eso nos hace bien, porque así
cuando nos toca hablar buscamos la aprobación en
los ojos de otra compañera, porque viste cómo
es, si una no es impecable enseguida salen los
chistes.
Zulema:
Pero nosotras mismas tenemos que cambiar,
porque yo me di cuenta que a pesar de ser vocera,
que era algo que pedíamos, el otro día en el
puente estaba desesperada buscando al otro vocero
porque me daba miedo meter la pata. Y la verdad
es que yo sé por qué estamos ahí y por qué
vamos a seguir luchando.
¿Les
da miedo esta avanzada que pide mano dura con las
y los piqueteros?
Elsa:
Nos da indignación, no miedo.
Mónica:
A mí sí me da miedo, pero eso no me
paraliza.
Zulema:
Yo tengo una fuerza interior que antes no
tenía, porque una llega por una, pero después
sigue por todos y estoy orgullosa de vivir lo que
vivo y de hacer lo que hago.
Desde
el piso de tierra el frío parece trepar y
enredarse entre las piernas de las mujeres.
Cuando los focos mortecinos desgarran la noche
entre los pasillos de la villa 20 de Lugano,
ellas empiezan una larga despedida que se demora
en abrazos y promesas de volver a encontrarse.
Más tarde o más temprano lo harán, el próximo
26, como lo hacen siempre; en la lucha, como
ellas dicen.
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