La guerra contra (algunas de) las drogas

Un sustituto para el Imperio del Mal que está desapareciendo ha sido la amenaza de los narcotraficantes latinoamericanos. A principios de setiembre de 1989, una gran campaña gubernamental en los medios fue lanzada por el presidente. Ese mes los cables de Associated Press transmitieron más noticias acerca de drogas que acerca de América Latina, Asia, el Medio Oriente y África juntas. Si se miraba la televisión, cada noticiero tenía una gran sección sobre como las drogas estaban destruyendo nuestra sociedad, convirtiéndose en la mayor amenaza a nuestra existencia, etc.

El efecto en la opinión pública fue inmediato. Cuando Bush ganó la elección del 88, la gente decía que el déficit presupuestario era el mayor problema que encaraba el país. Solo un 3% mencionó las drogas. Después de la campaña de los medios, la preocupación por el presupuesto estaba mucho más abajo y las drogas se habían elevado hasta el 40-45%, lo cual es altamente inusual para una pregunta abierta (en la cual no se sugieren respuestas).

Ahora, cuando algún estado cliente se queja de que el gobierno de EE.UU. no le está enviando suficiente dinero, ya no le dicen: "lo necesitamos para detener a los rusos" —sino, "lo necesitamos para detener el narcotráfico". Como la amenaza soviética, este enemigo provee de una buena excusa para la presencia militar dondequiera que haya actividad rebelde u otros disturbios.

Así pues, internacionalmente "la guerra contra las drogas" provee una cobertura para la intervención. Aquí [en E.E.U.U.] tiene poco que ver con las drogas pero ayuda a distraer a la población, aumentar la represión en las ciudades, y construir una base para poder atacar las libertades civiles.

Esto no quiere decir que el "abuso de substancias" no sea un problema serio. En el momento en que fue lanzada la guerra contra las drogas, las muertes por causa del tabaco estaban estimadas en alrededor de 300.000 al año, y otras 100.000 debidas al alcohol. Pero estas no son las drogas a las que la administración Bush apuntaba. Perseguía las drogas ilegales, que han causado muchas menos muertes —poco más de 3500 anuales— de acuerdo a los datos oficiales. Una razón para perseguir estas drogas es que su uso ha estado declinando en los últimos años, así la administración Bush podía predecir con seguridad que la guerra contra las drogas "tendría éxito", reduciendo el uso de las mismas.

La administración apuntaba también a la marihuana, que no ha causado ninguna muerte conocida entre sus 60 millones de usuarios. De hecho, ese ataque ha exacerbado el problema de las drogas —muchos consumidores de marihuana se han pasado de esta droga relativamente inocua a otras más peligrosas como la cocaína, las cuales son más fáciles de disimular.

Justo cuando la guerra contra las drogas era anunciada con gran fanfarria en septiembre del 89, la Cámara de Comercio de los EE.UU. (U.S. Trade Representative) sostuvo una audiencia en Washington para considerar la solicitud de la industria tabacalera de imponer sanciones a Tailandia, como desquite por sus esfuerzos para restringir las importaciones de tabaco desde los EE.UU. y su publicidad. Acciones así por parte del gobierno de los EE.UU. ya le han metido a la fuerza este letal narcótico adictivo a los consumidores de Japón, Corea del Sur y Taiwán, con los costos humanos ya descritos.

El director médico de los EE.UU. (US Surgeon General), Everett Koop, testificó ante el panel de la USTR que "cuando estamos exigiéndole a otros gobiernos que detengan el flujo de cocaína, es el colmo de la hipocresía para los Estados Unidos el exportar tabaco." Y añadió, "dentro de algunos años, nuestra nación revisará esta aplicación de la política de libre comercio y la encontrará escandalosa."

Los testigos tailandeses también protestaron, al predecir que una consecuencia de las sanciones estadounidenses sería el revertir la reducción en el fumado conseguida por la campaña de su gobierno contra el uso del tabaco. Respondiendo al alegato de las compañías tabacaleras estadounidenses de que su producto es el mejor del mundo, un testigo tailandés declaró: "Ciertamente nosotros en el Triángulo Dorado tenemos algunos de los mejores productos, pero nunca solicitamos que los rigiera el principio de libre comercio. De hecho los suprimimos." Los críticos recordaron la Guerra del Opio de hace 150 años, cuando el gobierno británico forzó a China a abrir sus puertas al opio de la India Británica, argumentando piadosamente las virtudes del libre comercio mientras imponía a la fuerza una adicción en gran escala a China.

Aquí tenemos la mayor historia sobre drogas del día. Imaginémonos los fabulosos titulares: "El gobierno de los Estados Unidos es el principal vendedor de drogas del mundo". Con seguridad vendería periódicos. Pero la historia pasó virtualmente no reportada, y sin ninguna pista sobre sus obvias conclusiones.

Otro aspecto del problema de las drogas, el cual también recibió poca atención, es el papel de vanguardia del gobierno de los EE.UU. en la estimulación del tráfico de drogas desde la Segunda Guerra Mundial. Esto pasó en parte cuando los EE.UU. dieron inicio a su tarea de posguerra de minar la resistencia anti-fascista, y el movimiento sindical se convirtió en un importante objetivo.

En Francia, la amenaza que implicaba la influencia y el poder político del movimiento sindical fue enfatizada por sus pasos para impedir el flujo de armas a las fuerzas francesas que buscaban reconquistar su ex-colonia de Vietnam, con ayuda de los EE.UU. Entonces la CIA se dio a la tarea de debilitar y dividir el movimiento sindical francés —con la ayuda de importantes dirigentes sindicales estadounidenses, quienes estuvieron muy orgullosos de su papel.

La tarea requería rompehuelgas y matones. Existía un proveedor obvio: la Mafia. Por supuesto ellos no se encargarían del trabajo solo por el gusto de realizarlo. Querían una compensación por sus esfuerzos. Y se les otorgó: fueron autorizados a reestablecer la red de heroína que había sido suprimida por los gobiernos fascistas —la famosa "conexión francesa" que dominó el tráfico de drogas hasta la década de los sesenta.

Para entonces, el centro del narcotráfico se había movido a Indochina, particularmente a Laos y Tailandia. El desplazamiento fue de nuevo un subproducto de una operación de la CIA —la "guerra secreta" peleada en esos países durante la guerra de Vietnam por un ejército mercenario de la CIA. Ellos también exigían una paga por sus contribuciones. Después, cuando la CIA desplazó sus actividades a Pakistán y Afganistán, la red de drogas se expandió allí.

La guerra clandestina contra Nicaragua proveyó también de una inyección de fuerza a los narcotraficantes de la región, pues los vuelos ilegales con armas de la CIA para las fuerzas mercenarias de los EE.UU. ofrecían una manera fácil de transportar drogas de regreso, algunas veces empleando las bases de la Fuerza Aérea estadounidense, según reportaron los traficantes.

La cercana correlación entre la red de drogas y el terrorismo internacional (llamado a veces "contrainsurgencia", "conflicto de baja intensidad" o algún otro eufemismo) no es sorprendente. Las operaciones clandestinas necesitan mucho dinero, el cual debe ser indetectable. Y necesitan igualmente operarios criminales. Lo que sigue es lógico.