N E G O C I A D O S  A R G E N T I N O S

(Por Osvaldo Bayer) Hace cincuenta y seis años, justo entre los días grises entre el otoño y el invierno de 1940, los porteños arrastrabansu pesimismo y su descreimiento para con su sociedad, tal vez como en ninguna época anterior. Para definirla en toda su magnitud y sarcasmo sólo cabían las máximas del "Cambalache" discepoliano estrenado por la negra Sofía Bozán cinco años antes en una revista del Maipo. Es que había estallado el escándalo del negociado de las tierras del Palomar en el que estaban implicados altos mandos militares y políticos conservadores y radicales. Era la gota que faltaba. Como ahora, la palabra coima había alcanzado ya un status constitucional. A los poderosos se les había ido la mano. En su arrogancia creían que era posible disponer ellos solos de la torta sin dar explicaciones. Aquello de la Década Infame no estaba del todo equivocado. Se respiraba la corrupción. Como ahora. Nadie creía en nada, ni en la justicia, ni en el poder ejecutivo ni en el parlamento. Sí, así, todo con minúscula.

¡Qué falta de respeto,

qué atropello a la razón!

¡Cualquiera es un señor,

cualquiera es un ladrón!

Después, todos se preguntarían: ¿cómo fue posible el negociado de las tierras del Palomar? ¿Cómo era posible que políticos y sagaces militares sanmartinianos hubieran sido atrapados por la trampera para ratas en momentos que querían llevarse todo el queso? Es que eso de la corrupción de los gobiernos es algo que va marchando insensiblemente a medida que crece la arrogancia del poder. Los gobernantes van creyendo que todo es posible y que los pueblos necesitan figuras autoritarias y que para lograr esa admiración necesitan mostrar más poder. Y la mejor manera de mostrar poder es fotografiarse ante la nueva residencia privada construida en el pueblito de donde se es originario, aunque allí cerca haya ranchos con techos llenos de vinchucas. Y salir de viaje con cohortes ávidas que tienen la misión de ostentar porque justamente la ostentación es la clave para atemorizar, para llegar a la admiración a través de la humillación. Educar al súbdito. El otro aspecto del método es rodearse de corruptos, o corromper a los que lo rodean, cosa que no es difícil. La sutil negatividad de esa búsqueda de dominio a través de la corrupción es que los pocos glóbulos rojos de la ética se van devorando a los glóbulos blancos de la impudicia y, de pronto, lo que parecía eterno se derrumbaba estrepitosamente y las cohortes de la podredura son los primeros en huir o pasarse de bando. Es lo que ocurrió en aquel 1940 cuando el negociado de Palomar dejó al desnudo a todo un régimen. Comparado con los que se denuncian hoy, apenas un humildísimo negociado. Hasta el de los guardapolvos de Bauzá lo superaría en agudeza y perspicacia. Como quedaron al desnudo los corruptos de El Palomar hubo suicidios y renuncias. En la Argentina que Dios nos ha dado en el presente no se suicida nadie (ni aunque salga en foto en el momento de alargar la mano), ni renuncia nadie. Por lo general todo se resuelve yéndose a Estados Unidos a hacer un posgrado o de embajador al Caribe.

Vivimos revolcaos en un merengue

y en el mismo lodo

todos manoseados...

El negociado de las tierras de El Palomar, explicado en pocas palabras, consistió en lo siguiente: el ministro de Guerra, general Márquez, decidió comprar 222 hectáreas para agrandar el Colegio Militar y otras dependencias militares. Propietarias de esas tierras eran las hermanas Pereyra Iraola de Herreira Vegas que se la ofrecen en venta el Ejército. La Dirección General de Ingenieros tasa esas tierras en 19 centavos la unidad métrica por "ser terrenos anegadizos y de poca calidad". Pero el general Márquez se las arregla para que el Presidente da la Nación, Dr. Ortíz, firme un decreto que autoriza un precio de 1,10 pesos por unidad métrica. Y la venta se hace de este modo: las propietarias le venden a un intermediario las tierras en 1.447.906 pesos y en el mismo acto ese intermediario, Néstor Luis Casás, se las vende en 2.450.303 a la Nación. Es decir, que en unos minutos, el intermediario ganó 1.003.000 pesos, limpios de polvo y paja. Por supuesto ese intermediario, era un testaferro de importantes hombres del gobierno. Todo saldrá a la luz gracias a un periodista: José Luis Torres, de la revista Ahora. En una sociedad llena de presiones, miedos y misterios, de pronto la verdad se abre paso y es incontenible. En el Parlamento hay también hombres honestos, pocos, pero los hay. Los senadores Suárez Lagos, Benjamín Villafañe y Alfredo Palacios serán los artífices de una investigación a fondo. El pueblo no cree: "se van a cubrir entre ellos", "no va a pasar nada", murmura. El humor popular ha apodado "Palomárquez" al "pundonoros" general Márquez., quien trata de echarle la culpa a sus subordinados a lo que provoca la airada reacción de sus generales Ramón Molina y Juan Bautista Molina. El escándalo es tan grande que renuncia el propio presidente de la Nación, doctor Ortíz. Aunque tal renuncia no es aceptada, el mandatario no volverá a aceptar su cargo por razones de enfermedad y lo suplantará el vice, Ramón Castillo. El gabinete renunciará en pleno, entre ellos el general "Palomárquez". Siete implicados recibirán penas de cárcel de hasta seis años, entre ellos el presidente de la Cámara de Diputados, Juan G. Kaiser. El diputado radical Guillot se suicida antes de que se le inicie juicio. Pero a pesar de que esta vez no hubo impunidad -aunque no todos los culpables fueron condenados- este negociado fue la gota que faltaba para que el régimen cayera en descrédito. A este negociado se le agregaban los de la CHADE, el de los colectivos, el de los "niños cantores" de la Lotería Nacional. Coima se escribía con mayúscula en el país de los argentinos. Al régimen de la "concordancia" de conservadores y radicales antipersonalistas se les había ido la mano. Se habían creído dueños del poder para imponer su moral. Y cayeron el 4 de junio de 1943, sin pena ni gloria, sin que nadie se molestase en salir a la calle para defenderlo.

Una lección para aprender, hoy. Al que se cree impune, al que le parece que pisotear principios es ser inteligente y fuerte, el tiempo y la historia le terminan por enseñar lo contrario. Cuando en la Argentina un gobernante termine más pobre que cuando llegó al poder, recién en ese momento el país será una fiesta. Más vale diez niños con un vaso de leche que un palacio en Anillaco. Y si no, nuestro himno nacional, como en el treinta, seguirá siendo la verdad discepoliana:

Igual que en la vidriera irrespetuosa

de los cambalaches

se ha mezclado la vida

y herida por un sable sin remache

ves llorar la Biblia

contra un calefón.