PEREGRINACION A LUJAN

Cuando el país camina hacia adelante (sin mirar atrás)


La tradicional caminata encierra varias de las contradicciones salientes de nuestra sociedad. La religión se da la mano de los santos "profanos", y juntos marchan "70 kilómetros" sin mirar a los costados. Crónica de un camino lleno de rosos y espinas.

 

01 2 3

foto 1

foto 2

foto 3

 

 

 

04 05 06

foto 4

foto 5

foto 6

 

 

 

7 08 09

foto 7

foto 8

foto 9

 

 

 

10 11 12

foto 10

foto 11

foto 12

 

 

 

13 14 15

foto 13

foto 14

foto 15

 

 

 

7 08 09

foto 16

foto 17

foto 18

 

 

 

 

 

Por más de treinta años, la peregrinación a la Basílica de Lujan se convirtió en una extraña muestra de fe y una especia de “militancia” religiosa. Cada año, miles de personas emprenden los 70 kilómetros que separan el llamado “punto cero” en Liniers (en la intersección de la avenida Rivadavia y la autopista General Paz) de la casa de la Santa Patrona de la Argentina, con convicciones distintas y anhelos diferentes.

Los jóvenes son los grandes protagonistas de la marcha, que este año congregó a un millón y medio de personas (cifras acercadas por la Policía Federal Argentina) y que volvió a mostrar esas dos caras bien definidas: por un lado esa “militancia” religiosa, cargada de ritos y simbolismo; por el otro lado, la pasión casi deportiva por el hecho de caminar, el desafío de llegar. En el medio, una peregrinación que este año fue una fiel cara de la realidad argentina, y que se tiñó de las imágenes y contradicciones propias del país.

En la marcha, hay lugar para todos: desde todo el santoral católico a los “santos” populares (Maradona, Rodrigo, Gilda), y a la hora de pedir se permiten las excentricidades. Así, en el camino se puedo ver a las madres de Cromañón, con sus carteles y su dolor (según la iglesia, por la tragedia del Once el leiv motiv de este años “Madre, enséñanos a cuidar la vida” ), junto a una bandera que el pide a la virgen que “rece por el Padre Grassi”.  Peregrinar a Lujan, fe y simbolismo en Argentina.

 

La fe de los argentinos

 

Desde que uno llega a la estación Once del ferrocarril General Sarmiento el clima de peregrinación es total. El entusiasmo de los caminantes se ve en sus caras. Además, los delatan los elementos clásicos para una jornada así: una imagen de la virgen, la pechera fluorescente de alguna parroquia, cuando no el uniforme de alguna organización, como los scout o la AC. Además de esto, los peregrinos son reconocidos por cuestiones más prácticas, como los gorros o los bastones.

Como suele suceder en Argentina, donde hay gente hay negocio. Los vendedores de plantillas, medias, viseras, apósitos o bebidas se multiplican a los alrededores de la Iglesia de San Cayetano, en Liniers, punto de encuentro de la mayoría de los peregrinos. Allí están alongando un grupo identificados con el nombre “San Ignacio”. Son un grupo raro, ya que vienen de puntos tan distantes como Córdoba, San Luis, o Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Hace 10 años que se reúnen en la Peregrinación, para muchos su único contacto en el año. Claudio, uno de los más experimentados, dice que camina “por amor a la virgen, hacemos este esfuerzo para demostrar esa amor. Además cada uno tiene motivos particulares. Todos tienen algo que agradecer, y algo por lo qué pedir”.

A estos chicos, que van de los 15 a los 30 años, peregrinar es motivo de alegría. Dicen que rezan mucho durante la caminata, y que alguno se anima a cantar. Como sucede desde hace un tiempo, la tecnología aporta lo suyo. Todos están conectados por medio de celulares, para pedir ayuda de ser necesario.

 

La virgen sobre ruedas

 

Cada parroquia o grupo de caminantes tienen su propia “Virgen-móvil”, y alrededor de esta se mueven, por lo menos los primeros kilómetros. Los vehículos en su mayoría vienen equipados con parlantes y música, por donde los “locutores” arengan a sus peregrinos con cantos y rezos. Al salir del “punto cero”, los cantos se parecen más a los de una cancha que a los clásicos de parroquia. Con el correr de los kilómetros, hay más cumbia y rock que otra cosa.

De Neuquén y Río Negro vinieron este año unas 150 personas, de las cuales 100 caminaros hasta Lujan. Este año es muy especial para esas diócesis patagónicas, ya que cumplen 20 años de presencia en la marcha. Víctor, un hombre robusto de unos 50 años, no se perdió nunca una peregrinación. Hoy, junto al carro con ruedas que lleva su virgen, recuerda que “hace 5 años que no camino, por un problema de salud (mientras se señala la espalda aclara que fue operado de la columna), pero siempre estoy presente”. 

La peregrinación da para todos los encuentros. Sin distinciones, iglesias de todas partes caminan bajo sus propias convicciones. Algunos gritan por el padre Angelelli, otros por Mujica. Otros, menos locuaces, sólo rezan. 

 

Teoría y práctica

 

Caminar a Luján no es sólo una cuestión de Fe. Quienes hacer la peregrinación por unacuestión casi “deportiva” tiene sus teorías de cómo llegara completar los 70 kilómetros sin inconvenientes. En plena elongación frente a la iglesia de San Cayetano, Claudio del grupo “San Ignacio” da algunas versiones: “Hay muchas escuelas, la que dice que hay que ir con dos pares de medias, otra que hay que ir con un par solo. Ahora hay una nueva que dice ponerse cinta hipoalergénica en cada dedo del pie. Lo que dicen todos es que no hay que tener arrugas en la planta del pie, porque después vienen las ampollas y eso te mata. Y estirar, siempre estirar los músculos”. 

Esto que Claudio dice entre risas es parte de lo que a él le comenzó a molestar en los últimos años de la peregrinación. “Cada año que pasa vemos más gente que camina por deporte, que va en otro, que no lo hace por la virgen, sino para caminar un maratón. Es una pena”, remarcó.

Ya en horas de la tarde del sábado, cuando Rivadavia recupera el tránsito y Liniers vuelve a ser ese centro cosmopolita de siempre, algunos peregrinos perdidos caminan entre los autos. Ya no se ven imágenes de la virgen o rezos. Hay muchos anteojos para sol y ropa deportiva. La fe que mueve montañas (y gente) se dispersa, y deja lugar a la caminata “por el placer mismo”. 

 

Rosas y espinas

 

Los peregrinos comienzan a salir el mismo sábado alrededor de las tres de la madrugada. Camina en la oscuridad, y por una avenida Rivadavia todavía transitada por autos. A la altura de Ramos Mejia ya se suman otros “adelantados”, y cuando a media mañana están en Haedo la peregrinación ya suma centenares.

Rodríguez es el punto de encuentro de muchos. Allí se vende de todo: desde plantilla y medias hasta comida hecha y postales ya bendecidas (para ahorrarle el camino a más de uno). Existen puestos de la Acción Católica que curan pies heridos, y a diferencia del Vía Crusis de Jesús, acá cada vaso de agua es agradecido y bebido.

El dolor del cuerpo se cruza en pleno camino con el del alma. Varios padres de chicos muertos en Cromañón caminan con sus fotos, con sus santos. Algunos atinan a mirar. La mayoría esta en otra cosa. Rodríguez es todavía un punto lejano de la tierra prometida Luján.

La marea humana tapa la Ruta 7 en la entrada a Luján. A esta altura, varios “debutantes” comienzan a cuestionar la raíz del sacrificio. Cintia es un ejemplo de ello. En su primer viaje a Luján sintió que algo faltaba. “Cuando salís estás bien, rezás, pensás en el sentido religiosos. Cuando las ampollas y el sol te sacan el humor, cambias de idea. Y no me pasó sólo a mí. Creo que cuanto más te acercas a Luján, menos pensamientos religiosos tenés, la cuestión es llegar y punto”.

 

Amanece que no es poco

 

Quienes pasan la noche en las inmediaciones entran a la Basílica antes de la misa central, que se celebra el domingo a las 7 de la mañana, donde el Cardenal de turno dirá un discurso más que una plegaría. A su alrededor, pocos prestan verdadera atención. Mal dormidos y cansados, las caras delatan el esfuerzo.  

Los miles de micros se amontonan para devolver a los peregrinos. Para los chicos de San Ignacio, el llegar tiene todavía un costado casi místico. Luego de presenciar misa, se junta en un desayuno común, donde ellos rescatan el espíritu de “compartir” que tiene la peregrinación. Después del intercambio de historias, cansados, emprenden la vuelta. Otra peregrinación pasó. Otro año, para ellos, de repetir la costumbre.

<_______________________________________

Fotos:  Giovanny Garrido / Texto: Diego Lanesse

escribir a argentinaphoto@riseup.net

VOLVER

www.argentinaphoto.com.ar

Cooperativa de fotografos