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Picadito
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3,4,5,6. Los
cuerpos corren sobre el polvo, buscando histéricos la pelota de
cuero reventada.
Alguien grita en el arco, un par de rodillas huesudas se entierran en
el polvo,la pelota sale disparada en línea recta,
el sudor de los rostros se enfria, y Gooll!!!!.
El petiso de gorrita salta desenfrenado entre sus compañeros,
una palmada fuerte en la espalda los sacude y sonrie como una goleador
consagrado.
Los pibes del campito no miran dibujitos en la tele ,ni juegan con
muñecos japoneses, apenas toman
la leche a la tarde y después:el picadito delicioso que despide
al sol.
Como una procesión secreta,juntándose los cuerpos y la
pelota, un Santo sucio y descosido, se convierte en pasaporte artesanal
a la gloria.
Ellos se reinventan ,se mezclan y fluyen en la religiosidad del juego,
en la primitiva magia del vencedor y el vencido.
El barrio es el estadio silente, la tibia olla que los alimenta desde
el anonimato y la desesperanza, como un útero sabio y bueno.
Las delgadas siluetas se mueven como fantasmas contra el horizonte.
Una brisa tivia despeina a los jugadores que se disputan el triunfo con
ingenua ferozidad. Corren las piernas flacas,se tiran de las
remeras,rien,se caen y vuelven a correr como en una danza
trival,libertaria.
Termina el juego.Dos a uno.
Los seis pechos respiran agitados en ronda. El de gorrita dice que
quiere ser como Tévez y que quiere tener una novia como Natalia
cuando tenga plata.
Todos se burlan, no por creuldad, sino por creer lo mismo. Y acarician
tasitamente sueños de flashes eléctricos, hoteles y
gloria.
Devolver sonrisas a las madres volver al barrio,inflamarse de orgullo
bueno y nobleza.Y ante todo el gran desafío de saberse ganar la
medalla de la identidad para toda la vida.
El sol desaparece. Los seis se tiran en el pasto y miran el cielo
hipnotizados.
El de la gorrita usa la gorra de almohada y mazca chicle con la boca
abierta, cuenta que el domingo va a ir a la cancha con su hermano y va
a llevar el mejor trapo de todos.
Se produce un silencio amistoso, se despiden con un golpe en el hombro,
y se pierden. En el campito solo queda el rocío ,oscuridad y
como seis bichitos de luz.
Texto.Victoria Lemos
Fotos:Giovanny Garrido
Buenos Aires marzo
de 2005
Giovanny Garrido
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