Logotipo

¿Qué hubiese sido del Titan si no hubiera habido ricos dentro?

Yevgeny Aleksejvon, Junio de 2023

Las profundidades ocultas del océano guardan secretos oscuros y misterios insondables. Entre sus fauces acuáticas yace el Titanic, un símbolo majestuoso y desvanecido de un pasado glorioso. En una triste repetición de la historia, otro navío, el submarino Titan, ha caído presa de las implacables aguas, llevando consigo la vida de cinco personas.1 La reciente implosión del Titan, que transportaba sus adinerados pasajeros en un viaje turístico para visitar los restos del Titanic, ha captado la atención mundial. Sin embargo, este trágico evento nos lleva a reflexionar sobre la desigualdad mediática y la disparidad en la cobertura de noticias cuando se trata de la pérdida de vidas humanas en diferentes contextos, mostrando un trágico menosprecio a la pérdida de vidas de personas migrantes en el vasto mar. En este artículo, exploraremos la falta de atención mediática y la infravaloración de la vida de los migrantes en comparación con eventos trágicos que involucran a personas privilegiadas.

El submarino Titan y la triste pérdida de vidas que ocurrió a bordo merecen nuestro respeto y compasión. Sin embargo, no podemos ignorar la desigualdad evidente en la cobertura mediática en comparación con los fallecimientos de miles de personas migrantes en el mar, entre ellos mujeres, hombres y niños. Las ondas de choque de este evento capturaron la atención del mundo, como si solo las vidas opulentas merecieran el lamento universal. Mientras que el naufragio del Titan ha sido ampliamente cubierto por los medios de comunicación, las tragedias que ocurren en las rutas migratorias a menudo pasan desapercibidas o son minimizadas en la prensa. En las profundidades insondables, naufragios silenciados se convierten en tumbas acuáticas para aquellos que huyen desesperados de la miseria, la violencia y la persecución.

Esta disparidad en la cobertura mediática refleja una injusticia fundamental en la valoración de las vidas humanas. A menudo, las vidas de las personas migrantes, que huyen de la violencia, la pobreza extrema o la persecución, son consideradas de menor importancia en comparación con aquellas de individuos adinerados y privilegiados. Esta actitud insensible perpetúa la desigualdad y muestra un claro sesgo en los medios de comunicación. La paradoja se revela como un abismo en la conciencia colectiva: los migrantes, muchas veces tratados como entidad abstracta invisible en su sufrimiento, son ignorados o desestimados por una prensa que se inclina ante la grandeza superficial. Las historias de coraje y desesperanza que surgen de las rutas migratorias se desvanecen en las brumas mediáticas, oscurecidas por el brillo ilusorio de los titulares de las élites.

Durante los mismos días en los que se perdió el rastro del sumergible Titan y se desplegó una frenética búsqueda para encontrar sus tripulantes, naufragó con 61 personas a bordo una barca de migrantes que se dirigía a la isla de Gran Canaria. Tras un comportamiento indignante y vergonzoso de los responsables de salvamento marítimo de España en la zona, que desatendieron las llamadas angustiosas de auxilio, se pudo rescatar, tras doce horas de suplicio, a veinticuatro personas con vida.

Después de una interminable agonía de doce horas, solamente se logró rescatar a veinticuatro personas con vida. El precio pagado fue alto, demasiado alto. Una niña inocente y un hombre valiente perdieron la vida en aquel naufragio, en un trágico desenlace que deja un amargo sabor en el alma. Los titulares de un periódico español, que presume de progresista, se atreven a titular: “Una niña y un hombre mueren cerca de Canarias en el naufragio de una patera que pidió auxilio a España más de 12 horas antes”.2 No obstante, en las líneas siguientes del mismo artículo se menciona con angustia que aún hay treinta personas desaparecidas, sumidas en el abismo del océano.

Son treinta las personas desaparecidas frente las costas de Gran Canaria.3 Son cinco las personas desaparecidas frente las costas de Nueva Escocia o Terranova. Las primeras buscando una vida mejor y las segundas haciendo turismo.

Las olas, testigos impasibles de innumerables tragedias, susurran con indignación por la desigualdad. Es crucial preguntarnos por qué el trágico evento del submarino Titan recibe una atención internacional desmedida, mientras que las muertes de migrantes en el mar no logran el mismo nivel de cobertura, aunque estas últimas sean desgraciadamente constantes. Esto nos enfrenta a la necesidad de cuestionar los valores y prejuicios arraigados en nuestra sociedad. ¿Por qué las vidas que emergen de tierras lejanas, desprovistas de riqueza material pero repletas de valor humano, no merecen el mismo abrazo mediático que los opulentos viajeros en su submarino dorado? ¿Acaso el alma humana tiene un precio, un valor desigual según la posición que se ocupe en la jerarquía de privilegios?

Es en la negrura de esta realidad donde se gesta la injusticia, donde las vidas se pesan en balanzas distorsionadas por prejuicios arraigados. En este teatro trágico, los migrantes son relegados al papel de “otros”, desterrados al ostracismo de las estadísticas y las sombras. El eco ensordecedor de sus tragedias se desvanece, ahogado por el estruendo mediático que ensalza lo superficial. La falta de cobertura y la invisibilidad de las tragedias de migrantes en el mar no solo disminuye la importancia de sus vidas, sino que también perpetúa la narrativa de que los migrantes son notícias secundarias recurrentes y no merecen el mismo trato humano y empatía que aquellos con privilegios.

La implosión del submarino Titan y las trágicas muertes de los pasajeros merecen ser lamentadas y analizadas. Sin embargo, es importante reconocer la disparidad en la cobertura mediática y la falta de atención que se presta a la pérdida de vidas humanas en otros contextos, como las tragedias de migrantes en el mar. En las profundidades abisales de la desigualdad mediática, emergen voces silenciadas y vidas desvalorizadas. La tragedia del Titan, con su relato de pérdida y lamento, merece su lugar en la memoria colectiva. Sin embargo, no podemos permitir que esa memoria sea selectiva y elitista. Debemos mirar más allá de las fachadas doradas y alzar nuestra voz en solidaridad con aquellos cuyas vidas se desvanecen en el vasto mar sin reconocimiento ni compasión.

Es fundamental abordar esta desigualdad mediática y desafiar los prejuicios arraigados en nuestra sociedad. Debemos buscar una prensa más justa y equitativa que brinde visibilidad a todas las tragedias humanas y promueva la empatía y la solidaridad en lugar de perpetuar divisiones y desigualdades. Solo así podremos avanzar hacia un mundo más justo y compasivo para todos. Es hora de que los medios de comunicación sean espejos imparciales y quebranten las cadenas de la injusticia informativa. Solo al iluminar las tragedias de los migrantes, solo al reconocer su humanidad intrínseca, podremos tender puentes de empatía y transformar la narrativa de exclusión en una de inclusión y comprensión. Es en el abrazo solidario de la equidad mediática donde encontraremos la esperanza de un mundo donde todas las vidas sean valoradas, donde ninguna alma se pierda en el abismo de la indiferencia.


  1. “250.000 dólares, un submarino pequeño y un mando de videojuegos: el arriesgado viaje de turistas millonarios al Titanic” ↩︎

  2. “Una niña y un hombre mueren cerca de Canarias en el naufragio de una patera que pidió auxilio a España más de 12 horas antes” ↩︎

  3. "Está dentro de la zona SAR nuestra": grabaciones de Salvamento Marítimo ↩︎