DE CORACH A GALTIERI

(Por Osvaldo Bayer). El miércoles estuve en Rosario. Fui al acto por el cual la Casa de los Ciegos se convertía en la Casa de la Memoria. La fiesta se hizo en la calle de ese barrio, con vecinos que trajeron sus sillas, abuelas, chicos. Cuando me tocó hablar dije entre otras frases: "Es como llegar al paraíso. Partimos de la abyección, de los más bajos sentimientos del hombre, de lo inimaginable en perversión. De lo cobarde, del abuso total del poder, de la bota que deshace la rosa o destroza la mano de un niño. De la petulancia más deleznable del uniformado. 17 de setiembre de 1977, Rosario, calle Santiago 2815. La única batalla ganada por el general borracho. Leopoldo Fortunato Galtieri. Un bochornoso remedo mussoliniano de torpeza y brutalidad. Rosario fue testigo. Las fuerzas conjuntas asaltaron su esa casa y lograron la captura de tres enemigos de la patria occidental y cristiana: Emilio Etelvino Vega de 33 años, ciego; María Esther Ravelo, de 23 años, ciega, e Iván Alejandro Vega, de tres años. hijito de ambos, y el perro lazarillo del matrimonio. Una vez capturados intervendría un famoso cuadro de la Gendarmería Nacional, el comandante Carlos Augusto Feced, hombre probado en mil batallas con su picana eléctrica; su fama atravesó todas las latitudes. A este bravo gendarme se le murieron los dos ciegos en la tortura. Un episodio bastante común en la vida de este servidor de la Patria. Pero sus sacrificios no fueron en vano, porque pronto vendría el resarcimiento por tanto servicio prestado a la bandera nacional: el derecho a las pertenencias de los ciegos y su hijito. Todo se llevaron en camiones del ejército. Todo, hasta los enchufes. Hasta el triciclo del pequeño Iván. En cualquier país civilizado eso es llamado por su nombre: saqueo, rapacidad, latrocinio, pillaje, depredación, atraco, expoliación. En nuestro país, en cambio, a sus autores Raúl Alfonsín los llamó 'héroes de Malvinas' y Carlos Menem 'salvadores de la sociedad'. Pero todavía no hemos terminado con esta historia de la vileza y de la infamia. Recurrimos a la ironía y la causticidad para describirla, porque es la única manera de no claudicar de pura indignación ante tanta ruindad. Para el hartazgo, vendría la ocupación de la Casa de los Ciegos por Gendarmería Nacional, como botín de guerra. Y allí los gendarmes hacían sus fiestas familiares; bautismos, cumpleaños. Queda como mudo testigo la parrilla donde asaban jugosos chorizos y crocantes chinchulines entre risotadas y música. ¿Hay un ejemplo igual en la historia del mundo? Ni Nerón ni Carcalla, ni en el atroz fundamentalismo de la Inquisición. Porque aquí se junta la crueldad con la concusión, la sevicia con la avidez. Y todos se callaron la boca. Durante once años de gobierno constitucional los gendarmes siguieron comiendo sus chorizos y chinchulines en la Casa de los Ciegos. Los protegía el miedo y el oportunismo y desde Plaza de Mayo se nos decía que 'La casa está en orden'." "Hace ya un tiempo que la Casa de los Ciegos se convertiría en nuestra casa de Ana Frank. Sí, porque esta época de superficialidad y corrupción sería reemplazada por los tiempos maduros de la decencia y la Casa de los Ciegos sería visitada por niños, adolescentes, jóvenes de nuestras escuelas, colegios, universitarios, para revivir con unción el destino de Emilia y María Esther. La lucha de la Madres, de los abogados de derechos humanos, de los honrados periodistas de Rosario/12 y de los pocos jueces decentes que quedan en nuestro país lograron reconquistar a la Casa de los Ciegos y que los militares del Segundo Cuerpo del Ejército y los gendarmes tuvieran que huir como ratas por tirante.

" Fue como entrar al paraíso, el miércoles pasado. Porque no hay otro paraíso que el de la verdad, la justicia, el de la eterna lucha por los valores éticos. La Casa de los Ciegos ha pasado a ser La Casa de la Memoria. Un templo de la Memoria, mucho más que las Iglesias que quedaron manchadas porque allí se dieron y se siguen dando los sacramentos a los asesinos. Un Templo de la convivencia, de la dignidad. Pero del paraíso debí regresar no al infierno, pero a un infiernillo pleno de olores a podrido de corrupciones, negociados y personalidades farandulescas. Regresé a Buenos Aires y concurrí al acto de Madres frente al portón de la Escuela de Mecánica de la Armada, monumento ejemplar de la collonería. Era impactante ver esos rostros de mujeres nobles de toda nobleza, enmarcados en sus pañuelos blancos frente al portón militar. Y su cartel mudo que decía la verdad a secas: "Escuela de torturadores y asesinos de Mecánica de la Armada". Pero claro, la verdad es inaguantable. Y de la única batalla del general borracho pasé a la victoria total de los palos de Carlos Corach. El primer plano de los nobles rostros de las Madres fue ocupado por las brutales jetas de uniformados de azul y armados con los llamados bastones de Onganía. Contra la palabra, los palos de Corach. Nuestro ministro del Interior ya tiene su lugar en la historia. Valió la pena en la vida hacer tantas gambetas y tratar siempre de estar a flote. Por supuesto, horas después el solícito Corach "lamentó los sucesos". Pero mientras tanto se había logrado el propósito: malograr la protesta pacífica y advertir que la mano viene pesada, por si alguno quiere protestar. En mi mente quedarán estas dos imágenes: las Madres frente al antro del crimen y adentro, espiando desde la terraza, uniformados parapetados escondiendo el rostro. La ESMA -como bien escribió Rodari- recién pintada y acicalada en todo su esplendor por orden del ministro Camilión. (¡Qué imagen para Freud!: el señor ministro quiso tal vez cubrir el crimen con pintura sino también su propio colaboracionismo con los genocidas.) Las Madres y los verdugos. Y entremedio, como un ratoncito diligente, el ministro Corach, claro, pero del lado de la fuerza. Pasado y actualidad. Pero las Madres.

Nota del diario Página/12 de su edición del 25 de marzo de 1995.